UN HOMENAJE A LAS “MUJERES QUE CUENTAN”

Ficha técnica
TítuloMujeres que cuentan. Breves relatos de grandes escritorasIlustracionesIratxe López de Munáin
AutorasMaría de Zayas Sotomayor, Jane Austen, Mary Shelley, Fernán Caballero, (Cecilia Böhl de Faber), Louisa May Alcott, Rosalía de Castro, María del Pilar Sinués, Charlotte Riddell, Carmen Sylva (Isabel de Wied), Sarah Orne Jewett, Mary E. Wilkins Freeman, Kate Chopin, Emilia Pardo Bazán, Gertrude Bonnin (Zitkala-sa), Edith Wharton, Carmen de Burgos, Concepción Gimeno de Flaquer, Alice Dunbar-Nelson, Virginia Woolf, Katherine Mansfield, Alfonsina Storni, Rosario de AcuñaTraduccionesEugenia Vázquez Nacarino, Laura Fernández, Concha Cardeñoso. Traducciones de El hijo de Desirée y Los otros dos cedidas por Páginas de Espuma
Nº de páginas352Fecha de publicación10/08/2022
EditorialAlma Clásicos IlustradosISBN978-84-18933-27-1
  • Sinopsis

Esta magnífica antología ilustrada recoge veintidós relatos cortos escritos por grandes mujeres que desafiaron las convenciones sociales y lucharon por ganarse un lugar en la historia de la literatura. La colección abarca desde el siglo XIX hasta el primer tercio del XX (con una visita a 1637 y 1787 de la mano de María de Zayas y Jane Austen) y recoge tanto a autoras españolas como británicas y americanas, amén de la argentina Alfonsina Storni y la neozelandesa Katherine Mansfield. Con prólogo y selección a cargo de Susana Picos, este libro recoge el trabajo de estas pioneras que trataron de allanarnos un camino lleno de baches y nos ofrece una muestra de su enorme talento. “Sus relatos abarcan siglos de resiliencia, empoderamiento y una lucha incansable para afianzar sus derechos. Además de la calidad literaria, en todos ellos quedan retratadas la personalidad y las inquietudes de cada una de estas grandes mujeres que cuentan”.

  • Reseña

Podría haber escrito varias cosas en este blog para celebrar el Día Internacional de la Mujer. Son muchas las escritoras a las que podría rendir homenaje; muchas las que contribuyeron con sus historias y su talento a sentar las bases de la literatura actual; las que lucharon para que generaciones futuras tuvieran un camino que poder seguir; pero también son muchas las que quedaron relegadas, olvidadas o expulsadas del canon literario y cuyas aportaciones a la historia de la literatura se siguen ignorando de forma sistemática. Finalmente he decidido reseñar esta maravillosa antología ilustrada donde veintidós mujeres se hacen oír con fuerza y cuya voz sigue siendo relevante a día de hoy. Veintidós pequeñas recomendaciones para seguir manteniendo con vida a estas autoras que se enfrentaron a la incomprensión, la marginación y los prejuicios en un mundo dominado por hombres.

Créditos de la imagen: Marta Camacho Núñez
  1. El juez de su causa, María de Zayas Sotomayor (1637)

Esta novelista, poeta y dramaturga fue inmensamente popular durante los siglos XVI y XVII y cosechó un gran éxito con sus obras, siendo especialmente reconocida por su prosa breve. Elogiada y admirada por autores como Lope de Vega o Juan Pérez de Montalbán, Zayas defendía en sus trabajos la libertad y la igualdad de la mujer y, adelantada a su tiempo de forma pasmosa, abogaba por la instrucción femenina y criticaba duramente lo que hoy conocemos como violencia de género. En El juez de su causa nos presenta una historia cargada de acción donde la protagonista, Estela, es engañada y secuestrada; pero, lejos de quedarse en segundo plano a la espera de que la rescate su amor (que es un señor bastante inútil, todo hay que decirlo), toma cartas en el asunto y se rescata ella sola. Una cosa os digo: este relato podría haberse escrito ayer perfectamente y a nadie le extrañaría lo más mínimo.

  1. Jack y Alice, Jane Austen (1787)

Poco podría decir yo de Jane Austen que no se haya dicho ya, así que no voy a hacer el intento; las hay que no necesitan presentación. Lo interesante de la pieza que aparece en esta antología, “Jack y Alice”, es que pertenece a la Juvenilia de la autora, una serie de relatos cortos que escribió entre los 12 y los 17 años. La trama, la ambientación y los personajes que vemos aquí son clarísimos precursores de las grandes obras que escribiría durante su edad adulta, especialmente de Orgullo y prejuicio, Emma y Lady Susan. Cargada de humor negro y con una ironía y una perspicacia impropias de una niña de 12 años, “Jack y Alice” es una corta pero intensa comedia de costumbres desenfadada, fresca y deliciosamente divertida.

  1. La prueba de amor, Mary Shelley (1834)

Es una lástima que a pesar del rotundo éxito y la fama de Frankenstein, historia que comenzó a escribir como un juego entre amigos con tan solo 18 años, el resto de la obra de Mary Shelley haya tenido tan poca difusión y sea prácticamente desconocida en español. A parte de sus novelas, Shelley fue una prolífica escritora de relatos cortos, poemas, artículos de crítica literaria y biografías. La prueba de amor resulta especialmente interesante ya que narra la historia de un triángulo amoroso muy parecido al que existía entre la autora, su marido el poeta Percy Bysshe Shelley y la hermanastra de Mary, Claire. Como suelo decir en estos casos, este es un relato corto pero intenso y bastante agridulce en general, además de una forma estupenda de conocer otras facetas literarias de Mary Shelley más allá de su moderno Prometeo.

  1. Doña Fortuna y don Dinero, Fernán Caballero (Cecilia Böhl de Faber) (1851)

Fernán Caballero, pseudónimo de Cecilia Böhl de Faber, fue una autora española muy enraizada en el catolicismo, la tradición y el folklore. Sus obras tenían a menudo un fin moralizante y “entendió su labor creativa como la de un investigador del folclore dedicado a rastrear costumbres llamadas a desaparecer por el empuje del progreso y de las ideas llegadas del exterior” (Enrique Rubio Cremades). Doña Fortuna y don Dinero es una pequeña fábula de apenas tres páginas que nos advierte en tono humorístico de la inutilidad de las posesiones materiales cuando la suerte no está de nuestro lado. Típico cuento popular, entretenido sin más. La gracia está en que doña Fortuna se identifica como mujer y al final es la más lista y la que “gana”. Se nota que es mi menos favorito de la colección…

  1. Los hermanos, Louisa May Alcott (1863)

Tan solo por Mujercitas yo ya tenía a esta autora en un altar, pero Louisa May Alcott escribió mucho más y fue mucho más que su obra cumbre. Feminista y abolicionista, nunca se casó y dedicó su vida a su literatura y a defender causas como el sufragio universal y el movimiento por la templanza en Estados Unidos. En Los hermanos toca precisamente el tema de la esclavitud y el racismo. Alcott y su familia formaban parte del “ferrocarril subterráneo”, una red clandestina dedicada a ayudar a los esclavos afroamericanos a escapar de las plantaciones del sur hacia estados libres o a Canadá. Basándose en sus experiencias personales, Alcott nos ofrece una historia dura pero llena de compasión donde la protagonista, enfermera durante la guerra de Secesión, interviene en una rencilla entre dos hermano, uno blanco y otro negro.

  1. El cadiceño, Rosalía de Castro (1865)

Me voy a permitir, en esta ocasión, citar el prólogo, ya que lo dice todo. “Rosalía de Castro (1838-1885) no solo subió la cuesta de ser mujer sino la de escribir en gallego en una época en que se consideraba una lengua de labriegos y gente de baja condición. Y lo hizo dejándonos algunas de las mejores poesías y narraciones de la historia de la literatura española … [En El cadiceño] no manda la acción sino los cambios de lenguaje y la flexibilidad de la prosa, adelantándose a las vanguardias del siglo XX que están por venir”. Una delicia de leer por su juego con el lenguaje que además trata el tema del desarraigo de algunos migrantes (en este caso, gallegos) y el desprestigio que hacen de su propia tierra en favor de todo lo extranjero, que perciben como más civilizado y próspero.

  1. El vestido de baile, María del Pilar Sinués (1876)

María del Pilar Sinués se educó en el convento de Santa Rosa, publicó su primera novela con 18 años y ya nunca dejó de escribir. Incansable y tremendamente prolífica, fue una de las pocas autoras de la época que pudo vivir holgadamente gracias a su producción literaria, compuesta por sesenta y seis novelas y gran cantidad de poemas y artículos. Dirigió la revista El ángel del hogar entre 1864 y 1869, colaboró en varios medios y tradujo diversas obras del francés. Y, por supuesto, fue duramente criticada por sus ideas progresistas. El vestido de baile es un cuento infantil y moralizador (y bastante ñoño, sinceramente) que denuncia la pobreza como lacra y critica a las clases altas y pudientes y su indiferencia hacia los más desfavorecidos.

  1. La vieja casa de Vauxhall Walk, Charlotte Riddell (1882)

Charlotte Riddell es conocida principalmente por sus historias de fantasmas. Irlandesa de nacimiento, fue una escritora de gran popularidad durante la época victoriana; publicó cincuenta y seis novelas y fue copropietaria y editora de la prestigiosa revista literaria St. James’s Magazine. Fue asimismo, como señala el prólogo, la primera pensionista de la Sociedad de Autores de su país con una paga de sesenta libras al año. La vieja casa de Vauxhall Walk utiliza el clásico recurso de la casa encantada y recuerda levemente a Cuento de Navidad, de Dickens, con sus apariciones y su protagonista que aprende una lección y reconduce su vida. Tiene sus momentos truculentos y la ambientación está muy lograda, pero el final resulta algo precipitado y en general le habrían beneficiado algunas páginas más. Aún así, es una adición interesante y personalmente siempre disfruto de un buen cuentecito gótico.

  1. La hormiga, Carmen Sylva (Isabel de Wied) (1882)

Isabel de Wied fue reina consorte de Rumanía por su matrimonio con el rey Carlos I y una prolífica escritora de poemas, relatos, novelas y obras de teatro bajo el pseudónimo de Carmen Sylva. Su principal fuente de inspiración eran las leyendas populares rumanas, y su fuerte atracción por los bosques y las historias de amor está muy presente en su obra y, en concreto, en La hormiga. Lo que comienza como una inocente fábula infantil acerca de una hermosa joven que no quiere casarse y, por tanto, se va a vivir a un hormiguero y se convierte en reina de las hormigas (tal cual, aunque por menos se subió Cosimo Piovasco a un árbol y ya no bajó) termina de forma un pelín más preocupante y turbia. Un cuento, cuando menos, curioso.

  1. La garza blanca, Sarah Orne Jewett (1886)

Cito de nuevo el prólogo para hablar de una autora menos conocida, la norteamericana Sarah Orne Jewett, “pionera en el relato medioambientalista que aquí nos deja una pequeña joya, sencilla y llena de emoción, al relatarnos la historia del apuesto cazador que llega a casa de una niña de condición humilde en su búsqueda del nido de la garza”. El cazador es un poco hijo de su madre y la niña, Sylvia, una férrea defensora de la naturaleza que tiene todo mi apoyo y mi respeto. Un relato bonito que aporta una muy necesaria defensa de los animales y de fuerte trasfondo feminista con una protagonista empoderada a la que no se compra fácilmente con sonrisas y dinero.

  1. Una monja de Nueva Inglaterra, Mary E. Wilkins Freeman (1891)

La americana Mary Wilkins Freeman es conocida por sus historias de vidas frustradas y personajes honestos y buenos a los que la vida trata injustamente, y eso es exactamente lo que tenemos en Una monja de Nueva Inglaterra. Nueva Inglaterra es de hecho el lugar donde Wilkins ambienta la mayoría de sus historias, y su manera tan realista y efectiva de retratar la vida rural de las mujeres de la zona la enmarca dentro del llamado local colour, o regionalismo literario americano, un estilo que enfatiza la importancia del dialecto, el paisaje, las costumbres y la historia de ciertas áreas provinciales o rurales de los Estados Unidos. Este relato presenta una triste historia de amor truncado con cierto aire de “tranquilidad trágica”. Plantea una situación dolorosa, sí, pero la ambientación, el costumbrismo y la calma del paisaje y de la vida de la protagonista hace que todo se atenúe y se amortigüe. Una buena lectura y una autora muy interesante.

Créditos de la imagen: Marta Camacho Núñez
  1. El hijo de Desirée, Kate Chopin (1893)

Uno de mis relatos favoritos de la colección. Kate Chopin es una de esas autoras que te encandila con una sola historia. Conocida principalmente por su novela El despertar y sus numerosos relatos cortos, Chopin cultivó un estilo literario muy cercano al ya mencionado local colour, en este caso muy influido por las culturas criolla y cajún de Luisiana. El hijo de Desirée es una descarnada historia de racismo, prejuicios y doble moral. Desirée es la hija adoptiva del matrimonio Valmondé, una acaudalada pareja de franceses criollos. Tras ser cortejada por Armand Aubigny, hijo de otra influyente familia, Desirée se casa con él y da a luz a un hijo, pero el niño es mestizo. Pese a su brevedad, el relato es muy poderoso y pone de manifiesto una de las lacras más profundas que sufrió el sur de Estados Unidos y que la propia Chopin vivió muy de cerca.

  1. Un destripador de antaño, Emilia Pardo Bazán (1900)

Volvemos de nuevo a Galicia (la morriña es lo que tiene) con Emilia Pardo Bazán, una de las grandes escritoras e intelectuales europeas de finales del siglo XIX y principios del XX. Hija de buena familia, “fue rebelde desde bien pequeña y se negó a recibir una formación de mujer florero en música y costura”. Lectora empedernida e infatigable en su deseo de aprender, fue una excelente autora tanto de novelas, poesía como obras de teatro, ejerció de periodista y publicó además numerosos ensayos y trabajos de crítica literaria. Ejerció como traductora y editora y fue catedrática de Literatura Contemporánea de Lenguas Neolatinas en la Universidad Central de Madrid. Firme defensora de los derechos de la mujer, soportó toda clase de críticas por su trabajo. Este relato es un fiel reflejo del naturalismo del que era principal exponente en España. Un destripador de antaño es un cuento brutal y tremendista, de personajes y ambiente sórdido, y plantea una dura crítica social al atraso educativo en el mundo rural. Esta es sin duda una de las piezas más fuertes de la antología.

  1. Los siete guerreros, Gertrude Bonnin (Zitkala-sa) (1901)

Zitkala-sa, también conocida por su nombre anglicanizado Gertrude Bonnin, fue una escritora, violinista y activista sioux nacida en la Reserva Indígena Yankton, en Dakota del Sur. Comenzó su carrera literaria recopilando y escribiendo antiguas leyendas de los pueblos nativos de los Estados Unidos, así como algunas piezas autobiográficas, aunque nunca llegó a publicarlas en vida. Lo que sí publicó fueron numerosos artículos y textos de carácter político y activista. Su trabajo es un hermoso homenaje a la fascinante cultura india, cuyos mitos y tradiciones están cargados de magia y simbolismo. Los siete guerreros es, por desgracia, un relato demasiado corto (apenas dos páginas) para poder apreciar la belleza de esta cultura, pero merece la pena su lectura.

  1. Los otros dos, Edith Wharton (1904)

La neoyorquina Edith Wharton tuvo una vida digna de cualquiera de sus novelas. De clase alta y educación impecable, esta escritora y diseñadora es conocida principalmente por el retrato que ofrece en sus historias de la clase social alta durante la conocida como Gilded Age o edad dorada de los Estados Unidos, un periodo entre 1870 y 1890 caracterizado por una prosperidad y un crecimiento económico igual de grandes que las desigualdades sociales que creó. A pesar de que no comenzó a publicar hasta los cuarenta años, Wharton fue la primera mujer en ganar el Pulitzer por su novela La edad de la inocencia y fue una escritora muy prolífica durante toda su carrera. En Los otros dos aborda los temas del divorcio, los celos, las apariencias y las normas sociales de una manera irónica y despreocupada, llevando la situación hasta el absurdo. El protagonista del relato acaba de casarse con Alice, que ya lleva otros dos matrimonios a sus espaldas y cuyos exmaridos van a provocarle más de un dolor de cabeza al recién llegado. Como dice el prólogo, “se publicó hace ciento veinte años pero parece escrito la semana pasada”.

  1. La muerte del recuerdo, Carmen de Burgos (1908)

Carmen de Burgos, también conocida como Colombine, está considerada como la primera mujer periodista profesional de España y también la primera corresponsal de guerra. Fue activista por numerosas causas, defensora del sufragio femenino y la objeción de conciencia al servicio militar, fundadora de la Alianza Hispano-Israelí en defensa de la comunidad sefardí internacional y profesora de la Escuela de Artes y Oficios de Madrid. La muerte del recuerdo es una historia amarga que lidia con la cuestión del arrepentimiento y las oportunidades perdidas que afloran cuando un hombre anciano se reencuentra con un amor de juventud idealizado al que perdió por puro egoísmo. Triste, triste.

  1. Una Eva moderna, Concepción Gimeno de Flaquer (1909)

“La cuestión de la formación de las mujeres en España es un asunto del que hablan las dos primas, Luisa y Mercedes, en el relato Una Eva moderna, de Concepción Gimeno (1850-1919), otra de las combativas. Podemos ver en este relato cómo la presión social era una apisonadora para las mujeres del final del siglo XIX y principios del XX”. Y también podemos ver perfectamente reflejados los sentimientos de culpa que asolaban a toda aquella mujer que no encajaba en el canon de amante madre y esposa. De hecho, el tema de la maternidad es uno de los pilares de esta historia, así como el del adulterio y la sexualidad femenina. Un relato bastante interesante, algo denso a ratos pero de una prosa magnífica.

  1. Las piedras del pueblo, Alice Dunbar-Nelson (1910)

Otro de mis preferidos. La escritora, poeta y periodista Alice Dunbar-Nelson era, además, una incansable activista por los derechos de las personas afrodescendientes. Formó parte de la primera generación de afroamericanos nacidos libres en el sur de Estados Unidos y contribuyó al desarrollo del Renacimiento de Harlem, movimiento cultural e intelectual que revivió el arte, la danza, la música y la literatura afroamericana. Las piedras del pueblo repite la temática y la ubicación de El hijo de Desirée y trata de nuevo el tema del racismo interiorizado de las personas mestizas y el ostracismo y la discriminación social y racial que sufren, en ocasiones por parte de ambas comunidades. Duro y contundente, nos presenta una realidad que muchos se niegan a ver.

  1. La mancha en la pared, Virginia Woolf (1917)

No podía faltar a la fiesta mi querida Virginia Woolf. “La mancha en la pared”(o “marca”, como es traducido más frecuentemente) fue el primer cuento publicado por Woolf conjuntamente con su marido Leonard como parte de la colección Two Stories. Se trata de un monólogo interior que utiliza la técnica del flujo de conciencia para introducirnos en la mente de la voz narradora, que ve una extraña marca en la pared y mediante diversas asociaciones de ideas, salta de un tema a otro reflexionando sobre la religión, Shakespeare, la inspiración o la naturaleza humana. Un relato de esos raros si uno se enfrenta a él con la mente cerrada. La idea es enfocarlo como un simulacro de pensamiento y leerlo no como uno lee, sino como uno piensa, sin un hilo conductor, sin sentido aparente y sin pretensiones de encontrarle un único sentido. Nada de eso es necesario, es la magia del fluir de la conciencia.

  1. Fiesta en el jardín, Katherine Mansfield (1922)

La neozelandesa Katherine Mansfield tenía una interesante relación de amistad-admiración-rivalidad con Virginia Woolf que merece la pena ser contada, pero no aquí ni ahora. Junto a Woolf fue uno de los exponentes femeninos más importantes del modernismo y sus relatos cortos han sido y siguen siendo aclamados por crítica y público general. Fiesta en el jardín es de los más reconocidos y narra los preparativos y posterior fiesta en el jardín de los Sheridan, una familia acomodada que vive ajena a todo lo que no forme parte de su estrecho círculo social. Cuando Laura, la hija mayor, se entera de la muerte accidental de uno de sus vecinos pocas horas antes y frente a la puerta de la casa, intenta que sus padres cancelen la fiesta, sin éxito. Una interesante reflexión sobre la conciencia de clases, la vida frente a la muerte y la manera de enfrentarse a ambas. Hay que leer a Katherine Mansfield.

  1. Cuca, Alfonsina Storni (1926)

“También rabiosamente moderna en su época fue la escritora argentina Alfonsina Storni, abanderada del modernismo con su exuberante estilo de mil colores narrativos. Fue una feminista combativa y en sus textos habló de temas difíciles a principio del siglo XX como la sexualidad femenina o la subordinación de la mujer”. Cuca es una delicia de realismo mágico cargado de homoerotismo y simbolismo. La protagonista conoce a la aparentemente perfecta Cuca y se queda extrañamente fascinada con ella. Un relato extraño y sorprendente que juega con la realidad y la fantasía.

  1. El país del sol, Rosario de Acuña (1929)

La escritora y periodista Rosario de Acuña está considerada como una de las más avanzadas vanguardistas de su época en la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres. Masona, librepensador, feminista, de ideología republicana y talante firme, fue una figura polémica y duramente criticada por los sectores más conservadores de la sociedad. El país del sol es un relato alegórico donde tres monstruos (uno “corcovado y caduco a fuerza de llevar sobre sus lomos la escoria de todos los fanatismos”; otro, ambicioso y cruel “que se apoya fieramente en la violencia”; y un tercero canijo y enmadrado que “absorbido por el orgullo de su abolengo inherente a todos los déspotas” se creía escogido para gobernar) invaden el País del Sol y oprimen al pueblo. Creo que no hace falta que explique más.

También creo que esta es mi entrada más extensa hasta la fecha. Estoy agotada. Feliz Día Internacional de la Mujer y recordad que, como decía Virginia Woolf, “durante la mayor parte de la historia, Anónimo fue una mujer”.


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5 comentarios sobre “UN HOMENAJE A LAS “MUJERES QUE CUENTAN”

  1. Entrada grande en todos los sentidos que por fin he podido degustar, mil gracias.
    La mejor forma de celebrar el 8-M, sin duda.
    Predominan las autoras anglos, por lo que veo, y muchos relatos ya estaban en un volumen que editamos hace años Venegas, Porcel y yo, curioso… 😉

    Buen finde y hasta el martes,

    N.

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